BENDICIONES DE CREER EN JESUCRISTO
1. Ser salvos.
Hechos 16:30 y 31. “y sacándoles, les dijo: Señores, ¿Qué debo hacer para ser salvo? Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.
En este y en otros pasajes de la Biblia como veremos a continuación se nos muestra que el requisito primordial e indispensable para ser salvos es “CREER EN EL SEÑOR JESUCRISTO”.
Marcos 16: 16. “El que creyere y fuera bautizado, será salvo; más el que no creyere, será condenado”.
Romanos 10:9. “que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo”
Romanos 1:16. “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree;…”
De la expresión “el que creyere” en Marcos 16:16, y “a todo aquel que cree” en Romanos 1:16, entendemos sin lugar a dudas, indiscutiblemente y en todo el sentido de la palabra, que la invitación a creer en el Señor Jesucristo, es una invitación abierta a todo aquel que se decida firmemente en hacerlo. Es una invitación a toda persona de cualquier condición económica, raza, sexo, modo de pensar, posición social, grado académico, entre otros.
En Hechos 4:12 leemos: “y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.
Juan 4:42 "Ya no creemos por tu dicho; creemos porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo."
Jesucristo entonces es la figura central del plan de Dios para la Salvación del hombre y al hombre sólo le basta con creer en él para ser salvo. No hay otra manera, no hay otro camino.
2. Ser llamados Hijos de Dios.
Juan 1:12. “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”.
Esto implica, que antes de ser hijos de Dios éramos hijos del diablo según Juan 8:44 “vosotros sois de vuestro padre el diablo…” y la única condición para llegar a ser hijos de Dios es recibir a Jesucristo como nuestro salvador, es decir, creer en él, reposar en él toda nuestra confianza y poner nuestras vidas en sus manos, no se es hijo de Dios sin antes haber dado ese paso tan importante.
3. Tener vida eterna.
Juan 3:15 “para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.
Juan 3:36 “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él”.
1 Juan 5:13 “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios”.
Entonces la vida eterna o la condenación dependen únicamente de la posición que tomemos en Jesucristo, el aceptarle nos garantiza la vida eterna (en el cielo), mientras que el rechazarle nos hace merecedores de condenación (en el infierno).
Juan 3:16 – 18 dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.
El que en él cree, no es condenado, pero el que no cree, ya ha sido condenado; porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios”.
Queda claro entonces, que la “Salvación”, el ser llamados “Hijos de Dios” y la “Vida Eterna” son derechos que se obtienen en el mismo instante de “Creer en Jesucristo como nuestro Señor y Salvador”, no antes.
Finalmente, ¿Por qué creer en Cristo?
Todos los seres humanos nos encontramos en una situación desesperada y sólo Cristo nos puede rescatar. No podemos rescatarnos nosotros mismos, sino que debemos acudir a Jesucristo en busca de ayuda. Él es el único que puede salvarnos. Es como si un bombero te encontrara casi inconsciente en un edificio en llamas que está a punto de derrumbarse, te cubre, te carga en sus brazos y te dice: «No te muevas mientras te cargo. No te muevas. No trates de ayudarme. Yo te sacaré. Déjame hacerlo a mí. Confía en mí». Lo mismo hace Jesús por nosotros al rescatarnos de las llamas del infierno. (Extraído de www.evangelio.com)